viernes, febrero 04, 2011

La adoración natural

La muerte parecía inminente: perseguidos por el ejército más poderoso del mundo llegaron a un camino sin salida, eran un pueblo sin armas llevando niños y ancianos, sin experiencia militar, como líder un hombre que había desaparecido 40 años atrás y regresando aseguraba que había escuchado una voz en la soledad del destierro, con la furia de Faraón detrás y la furia del mar por delante. Nada que hacer, solo esperar la aniquilación.

Una situación que definitivamente hace evidente nuestra fragilidad como seres humanos.

De pronto una columna de fuego desciende ante el enemigo, un fuerte viento sopla sin aviso y dos murallas de agua se levantan imponentes para abrir un paso de escape en medio del océano. Vida donde no había esperanza; salvación donde el sentido común se dio por vencido; resurrección.

Una situación que definitivamente hace evidente Su fortaleza como Dios.

Y en ese momento nadie piensa en rituales, en mandamientos, en sacramentos o en doctrinas, pero todos tienen una respuesta natural, espontánea y honesta que desborda de su voluntad. El capítulo 15 de Éxodo narra el primer salmo registrado en las Escrituras, el primer canto de adoración. Ese canto no surgió de la revelación a un grupo de sacerdotes o profetas, no lo escribió un músico o poeta cuidando la métrica y el estilo; aunque fue dirigido por un líder no buscó otra cosa sino sacar del corazón una desbordante emoción de agradecimiento a un Dios todopoderoso que inclina su rostro para cuidar de sus pequeños y frágiles hijos. Sus primeras palabras simplemente reflejan lo que ellos vivieron: "Cantaré yo al Señor, porque se ha magnificado grandemente" en otras palabras: -Mi alegría es tanta que no puedo contener la emoción de haber visto la grandeza de Dios manifestada en mi vida.

Sabemos que la adoración y la alabanza a nuestro Señor no solo se dá en los cantos, pero no podemos restarle importancia a la expresión de las emociones y los sentimientos humanos en las bellas artes, especialmente la música.

La adoración honesta no depende de la forma en que se presenta, es en cambio una respuesta natural cuando entendemos la grandeza y la presencia de Dios ante la fragilidad de nuestro existir.

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