martes, agosto 23, 2011

Espejo roto.

Un espejo roto, pedazos que amablemente reflejan cada virtud, cada talento, cada orgullo y esconden confiadamente el resto de mi. ¡Ah! que comodidad, espejo que me regala un día suave: felicidad a la carte.
Y llegas con tu señorío y restauras.
Como las células muertas de Lázaro reivindicas cada astilla y borras cada rasguño. Mi espejo, mi amado espejo se reconstruye y torna nítido. ¡No!. ¡Duele!.
Me duele ver que ya no camino en el agua y me hundo en la tormenta.
Me duele ver que mi afán es la peor parte y que alguien tomó lo mejor.
Me duele ver que mi autoridad es robada por un reptil.
Me duele ver que no hago lo que quiero, y lo que no quiero lo hago.
Me duele ver mi temor, mi orgullo y mi ignorancia que tan simpáticamente se escondían entre las grietas del cristal estrellado.
Me duele verme, conocerme.
Y entonces llegas con tu señorío y restauras.
Mejor eres que un bálsamo, fuego consumidor, torre fuerte, león, roca, príncipe y estrella.
Y mientras duermo, mi corazón vela por ti; y entiendo que ahora veo de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero luego veré cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido.

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